La preparación de los
exámenes no se limita a los días previos sino que comienza el primer día de
clase. Dejarlo para el último momento tiene muchas posibilidades de fracasar.
Un buen estudiante le
dedica todos los días un rato al estudio (2/3horas) y a la preparación de los
exámenes, cuando se aproxima la fecha de éstos, intensifica el ritmo tanto en
horas como en días (incluidos los fines de semana).
De esta manera se
pueden respetar las horas de descanso, sueño, algo esencial para estar en plena
forma y rendir al máximo en los exámenes.
El estudio previo
permite en tiempos de exámenes dedicarle tiempo al REPASO, afianzar los
conocimientos ya aprendidos y no en tratar a última hora, de estudiar de prisa y corriendo todo aquello que no se
hizo antes. Lo ideal sería dar 2 repasos a cada asignatura.
Otro aspecto a cuidar
es la ansiedad: despreocuparse del resultado y si por hacer todo lo posible.
Pensar en positivo: he trabajado, me he esforzado. Pero si la sensación es otra
“me pilla el toro” aumentará el estado de ansiedad dificultando el estudio y la
concentración.
Sucede con frecuencia, algunos estudiantes
estudian el 70-80% de la materia, esperando que el resto del 30% no le entre en el examen. Después de
un gran esfuerzo existe un riesgo de suspenderlo. No es un camino inteligente.
El día anterior al
examen preparar todo el material necesario (bolígrafos, lápices, goma,
sacapuntas, calculadora, reglas, compás, etc….) Y esta noche previa es muy
importante descansar: aunque el estudiante pueda pensar que con un par de horas
más aumentan sus probabilidades de aprobado, el efecto es justamente el
contrario: una hora menos de sueño conlleva ir menos despejado, con la cabeza
cargada, dificultando el rendimiento.
El día del examen no se
debe repasar nada, como mucho las fichas de resúmenes. Y si el examen es a la tarde hay que cuidar la comida, que
sea suficiente pero no excesiva.
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