Muchos
casos de fracaso escolar son mal diagnosticados con el famoso déficit de
atención. Con el agravante de que la mayoría de los casos son tratados con
medicación. Una de las más habituales el Ritalin, un narcótico de tipo II como
la cocaína, morfina y anfetaminas. A los padres se les informa de algunos
efectos secundarios (nerviosismo,
insomnio, anorexia, pérdida del apetito, cambios en el pulso, problemas de
corazón y pérdida de peso) pero lo que nunca se les dice a los padres: ‘Ah, por cierto, de vez en
cuando muere algún niño simplemente por tomar el medicamento que se le recetó’.
O ‘por cierto, los niños que toman estimulantes tienen el doble de
probabilidades de consumir drogas’. O ‘Por cierto, un tercio de todos los niños
que usan estos medicamentos desarrollan síntomas de comportamiento obsesivo
compulsivo en el primer año’”.
Los
científicos han demostrado que cuando un niño o niña no tiene déficit de
atención y se le suministra un medicamento como por ejemplo el ritalin, su
cerebro sufre un daño que no se puede reparar.
Un buen profesional no recurrirá
al medicamento como primer recurso.
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